jueves, 13 de noviembre de 2014

La razón práctica sin dios.

Por Jazmín Piedrahita

Es innegable que el valor social de la metafísica se ha desvirtuado en la posmodernidad. El predominio durante siglos de una metafísica que entendía los seres como entidades abstractas y absolutas, consecuencias de causas primeras, y asumidos solo por un acto de fe, ha llevado a su decadencia. Se dogmatizó el lenguaje, se crearon significados unívocos de los entes. Se confundió la ontología con la teología,  no solo dentro del púlpito, sino en todos los espacios de la vida cotidiana.

Esta tradición metafísica es la que hoy está en crisis, pues es responsable de la imposición de ideas universales en decadencia. Erigió un hombre que no se hizo dueño de sí (ni siquiera en la modernidad), ni fundamentó sus valores desde su realidad, sino que pretendió construir todo el conocimiento a partir de valores universales metafísicos, incuestionables al entendimiento. Este hombre perdía su sentido sin un dios, sin una religión que le impusiera el sentido del bien y el mal. Realmente no era responsable de su existencia, ni de su muerte, ni de su ethos.

Sin embargo, la pregunta por el Ser del ente sigue siendo vigente. La necesidad de interpretar símbolos (incluidos el arte, la cultura, la ética y el lenguaje) hace necesario generar nuevos conocimientos que permitan ir más allá del relativismo inexorable al que nos llevan las nuevas corrientes de pensamiento. No para hallar significados absolutos, impuesto desde causas primeras; sino para construir propuestas coherentes, que nos permitan, por ejemplo proponer nuevas éticas para la convivencia de los seres humanos.

Es posible emprender, desde esta perspectiva, búsquedas más profundas de nuestra existencia, sin acudir al más allá, ni a un dios. No solo por que no sea asequible a la razón, sino porque no se considere necesario. Si bien cada uno de nosotros tiene sus propias angustias y preguntas, y cada cual lo responde de tal manera que le permite existir con tranquilidad; algunos podemos vivir con la certeza de la mortalidad, con la conciencia de la brevedad del Ser, con más preguntas que respuestas.

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